viernes, 30 de marzo de 2018

Barcelona World Race 2019 cancelada

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Se habla mucho sobre la cancelación de un evento en Cataluña -Barcelona World Race 2019- relacionándolo con la "inestabilidad política". ¿Saben dónde había muchos eventos y no se cancelaba ninguno? En la Comunidad Valenciana de la corrupción galopante: Copa América, Fórmula Uno... hace una década todos los 'grandes eventos' venían a Valencia, "la ponían en el mapa" e iban a "traer prosperidad a sus habitantes". ¿Hace falta recordar qué quedó de todo aquello? Gigantescas deudas, infraestructuras inútiles. La corrupción política nunca ha sido un problema para el poder económico pues, precisamente, ese poder se sustenta en una forma de corrupción aún más profunda y normalizada por el sistema: el chantaje de la economía capitalista. ¿Y cómo calificar sino de chantaje este bombardeo de pseudonoticias que plantean como "indeseable"' porque "pone en riesgo la economía" la reclamación ejercida por una parte importante del pueblo catalán del simple ejercicio de un derecho democrático básico como es el de referéndum?

(*) la fotografía la tomé en Valencia en 2012 y forma parte de la serie ¡Arriba Extraña!

martes, 13 de marzo de 2018

¡Nosotras estamos con vosotros!



"Yo nací en los Estados Unidos, en el Estado de Georgia, en junio de 1911. Mi padre murió en agosto del mismo año. Mi madre se quedó sola con cuatro hijos en los brazos, tres chicos y una niña pequeña. Esa niña pequeña que era yo le causaba grandes preocupaciones. Durante todo el tiempo que vivimos en el Sur no supe nada de las dificultades de la vida. Sin embargo, había una cosa que me preocupaba mucho. Había oído a mi madre asegurar a una amiga que, antes de su muerte, mi padre le había dicho: “Ninguno de mis hijos debe ser criado más abajo de Mason-Dixie”. Yo preguntaba a menudo a mi madre qué quería decir mi padre con eso, pero ella sólo me respondía: “lo sabrás bien pronto”.

Mi madre se casó de nuevo y me dejó en casa de una amiga en Akron, Ohio. Vivir allí se convirtió en todo un problema para mí. Cuando me llevaban al teatro debía sentarme en una zona reservada. Yo no comprendía por qué. Después del espectáculo yo no podía ir a comer a un restaurante, como lo hacía el resto de la gente. En el trolebús los blancos no querían sentarse a mi lado.

Cuando mi madre adoptiva me mandaba a comprar el pan, lo tenía que comprar al mismo precio que los blancos pero siempre me atendían la última y envolvían mi pan en un papel malo, todo arrugado. En mi mente infantil yo odiaba a los blancos. Ellos son todos así, pensaba yo. Sentía que me odiaban y que me consideraban sucia y estúpida. Sabían bien que yo no podía defenderme, aunque hubiera querido.

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