martes, 30 de abril de 2019

Vox, la ultraderecha crece en España alentada por el sistema

¿De verdad hemos frenado a la ultraderecha? Eso dicen los titulares, eso mismo afirma mucha gente que suspira aliviada ante los resultados de las recientes elecciones generales en España en las que el PSOE ha sido el partido más votado ante una derecha ahora dividida en tres grupos: un PP a la baja que pierde casi la mitad de sus diputados; los Ciudadanos de Rivera que recogen parte del voto de castigo al PP por la corrupción; y Vox, la precuela del PP que ahora ha concurrido con una marca propia obteniendo más de dos millones de votos en todo el estado. ¿Podemos darnos por satisfechos con este resultado?

elecciones,generales,2019,españa Este gráfico recoge el porcentaje de voto de PP+Cs+Vox por comunidades autónomas. Murcia, con casi un 62%, destaca a la cabeza del voto reaccionario con casi un 20% de apoyos a Vox. Si estos valores se repiten (y nada hace pensar otra cosa) en las próximas elecciones autonómicas y municipales con un PSOE que, recordémoslo, nunca ha tenido reparo en pactar con Cs (y viceversa) la derecha y la ultraderecha van a hacerse con multitud de ayuntamientos y, quizás, a decidir gobiernos autonómicos como ya ha ocurrido en Andalucía. ¿De verdad hemos frenado a la ultraderecha? Al contrario, no sólo nos la han normalizado sino que hasta ha servido para terminar de resucitar a un PSOE que hace pocos años iba, por méritos propios, camino a desaparecer como el PASOK, su homólogo griego. Un PSOE que, no lo olvidemos, hace sólo unos pocos meses apoyaba a la derecha nacionalista española en su aplicación del 155 contra el referéndum en Cataluña, celebraba las maniobras del títere derechista de Estados Unidos en Venezuela Juan Guaidó otorgándole legitimidad como "presidente en funciones" o que recortaba irresponsablemente el servicio de Salvamento Marítimo en el estrecho de Gibraltar con dramáticas consecuencias.

Así las cosas es normal que la situación pueda dar un poco de miedo pero no hemos de dejarnos guiar por él. Ese "miedo a la ultraderecha" está siendo alimentado y aprovechado por el poder en su beneficio: baste el ejemplo de Francia, donde el pueblo se agarró asustado al clavo ardiendo del liberal Macron y los resultados ya los hemos visto todos, una franca involución del país y de las condiciones de vida de sus trabajadores.

Las razones por las que la gente opta por partidos como Vox tienen que ver con cómo el propio sistema no está dando respuesta a sus problemas, pues es el propio sistema quien crea tales problemas, y desde luego el poder no va a cuestionar el sistema en el cual se sustenta. Por eso la gente no tiene un diagnóstico certero sobre aquellos problemas que le afectan, porque el poder se cuida mucho de escurrir el bulto con la complicidad de la mayoría de medios de comunicación. ¿Acaso se ha dado a la gente una explicación clara y concreta de por qué ocurrió la pasada (y parece que eterna) "crisis económica"? No, y es por eso que mucha gente aún no sabe por qué sigue aumentando la precariedad laboral, la desigualdad, por qué falta trabajo o por qué sube la luz, ni tantas y tantas cosas. Pero en su día a día sí ven con sus propios ojos que en sus barrios cada vez hay más personas pobres de otros países, que en las escuelas a las que van sus hijos cada vez hay más niños de familias pobres venidas de otros países, ven la tele que les dice día sí y día también que llegan "avalanchas de inmigrantes" que "asaltan la valla de Melilla", ven una sociedad en descomposición donde echan en falta "valores", hay entre ellos muchos hombres infelices y frustrados descontentos con sus vidas que culpan a las mujeres y al feminismo de sus problemas... Y todos ellos encuentran en la ultraderecha un discurso que cuadra en la superficie con algunos de los problemas que viven en el día a día, un discurso falso y muy nocivo pero que entienden y que llegan a creer que es una solución a sus problemas. Y por descontado que no lo es. La ultraderecha hace un diagnóstico puramente superficial y cargado de prejuicios, de tal manera que sus propuestas son tan ineficaces como injustas, pues nacen de un análisis pobre y falto de rigor.

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También creo que es importante aclarar algo. Al contrario de lo que ocurre con el voto burgués, el voto de las clases populares a la ultraderecha no es, en general, un voto ideológico ni un voto de odio: es un voto de reacción (equivocada) a los problemas que sufren. Entonces, es necesario señalar que es el propio sistema quien ha creado, en su propio interés, el caldo de cultivo para este auge de la ultraderecha; que es el propio sistema quien ha avivado el fuego que la nutre dando un espacio y una atención enorme en los medios a su discurso; que son también los partidos del sistema quienes están normalizando a la ultraderecha, empezando por un PSOE que, sacando el tema de Franco precisamente ahora tras haber gobernado más de veinte años el país sin mover un dedo al respecto (no dan puntada sin hilo esos siniestros maestros de la estrategia que manejan los hilos del PSOE) ha contribuído a polarizar la opinión pública en torno a ejes simbólicos y a dejar de lado los problemas materiales. En definitiva, el miedo a la ultraderecha es comprensible, pero a quien debemos de temer y aprestanos a combatir es al sistema que la genera, al poder capitalista que la está alentando irresponsablemente en su propio interés.

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