Según un estudio la mitad de los alimentos producidos en el mundo acaban en la basura.
El estudio ha sido realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO), el Instituto Internacional del Agua y el IWMI (Internacional Water Management Institute), y sus conclusiones son claras: cerca de la mitad de los alimentos producidos en todo el mundo se desperdician.
Ya lo decía Ghandi: "En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos".
Mala gestión de los recursos.
Queda claro según los datos del estudio que el problema de la actual crisis alimentaria no está en la producción, sino en la gestión del suelo y los recursos. Que la mitad de la producción mundial de alimentos acabe en la basura no es sólo una indecencia moral, sino una forma absurda de derrochar energía (cultivo, procesado y transporte) y recursos naturales (agua y deforestación).
Para cambiar esta situación es necesario mejorar la productividad del agua, frenar el despilfarro, cambiar los hábitos alimenticios y optimizar la producción de alimentos, entre otras medidas. Otra buena idea -aunque algo utópica, tal como están las cosas- sería informar al consumidor a través del etiquetado acerca de la cantidad de agua utilizada para producir los alimentos que vamos a comprar: quizás a alguno le sorprenda saber que para producir un kilo de carne de vaca se necesitan 23.463 litros de agua, pero así es.
Hay que frenar este derroche irracional.
Como conclusión, los autores hacen un llamamiento a la comunidad mundial para que se reduzca este derroche de alimentos y agua a la mitad para el año 2025. Una meta difícil, en mi opinión, cuando vivimos en un sistema que abarata el coste de los alimentos cuando se aumenta la producción, lo que conduce al derroche inevitablemente cuando lo único que se tiene en cuenta es el beneficio económico de las empresas productoras. ¿Cómo cambiar esto? Se me ocurre que habrá que encontrar una manera de penalizar el derroche, de pedir cuentas a la sobreproducción. Por ejemplo, no estaría mal que se obligara a los supermercados a bajar el precio de los alimentos conforme se acerque su fecha de caducidad. ¿No sería lógico? Seguramente los comercios harían esto de motu propio si tuvieran una penalización por los productos que no consigan vender: esto es, adecuarían de forma más eficiente su oferta a la demanda.
Desgraciadamente el capitalismo tiene su propia lógica, y la mayoría de las decisiones políticas están contaminadas por su irracional dinámica. Vivimos inmersos en una sociedad que derrocha enormemente y a todos los niveles, pero no somos conscientes porque ya hemos adoptado estos usos y costumbres como normales, y simplemente nos dejamos llevar.
The Wall (all we are is just another brick in).
Pero yo me pregunto, ¿por qué es tan fácil cuestionar la existencia de Dios, y no la de este capitalismo? Como bien decía Él, su reino no es de este mundo, con más razón que un santo, porque el mundo es nuestro, es éste nuestro único reino sin rey: la tierra, los bosques, los mares... son nuestros, tuyos, míos, de todos. Eso es lo que pensamos los ecologistas, y por eso amamos la tierra, y queremos cuidarla y defenderla. Este capitalismo ha demostrado ser terriblemente nocivo para el medio ambiente y la biodiversidad del planeta, y de alguna manera habrá que reconducirlo... ¿O vamos a esperar a que un gran cataclismo o una revolución social en el 3er mundo empuje nuestros acomodados culos para empezar a movernos?
Infórmate, piensa, y actúa en consecuencia. Te darás cuenta de que ser ecologista no es una opción, si realmente tienes el pensamiento libre, y la capacidad de amar.
jueves, 4 de septiembre de 2008
Indecente, pero cierto
Publicado por Víctor Aranda García
Etiquetas: agricultura, consumo, ganadería, opinión
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